La Organización Mundial de la Salud considera que la hipertensión arterial provoca cerca de siete millones de muertes cada año, cerca del 13% de todas las muertes en el mundo. Si las personas disminuyen su presión arterial, es menos probable que mueran o presenten ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares. Si la presión arterial de una persona sólo está ligeramente alta, puede preferir tratar de reducirla cambiando su estilo de vida, en lugar de comenzar con fármacos. Aunque se conoce que la relajación puede contrarrestar los aumentos de la presión arterial a corto plazo que son provocados por el estrés, no se conoce si un programa mantenido puede producir reducciones de la presión arterial a largo plazo o disminuir el riesgo de muerte, ataque cardíaco o accidente cerebrovascular.
La presente revisión agrupó los hallazgos de 1198 pacientes con presión arterial por encima de 140/85 mmHg reclutados en 25 ensayos controlados aleatorizados. Estos ensayos compararon el efecto de la relajación con ningún tratamiento o con una terapia simulada que no se esperaba que redujera la presión arterial. En general, la relajación redujo ligeramente la presión arterial: la reducción promedio fue de 5/3 mmHg, pero podría estar entre 8/5 mmHg y 3/2 mmHg. Diferentes ensayos proporcionaron diferentes resultados, en ocasiones inconsistentes. Muchos de los ensayos no fueron bien diseñados ni realizados. En los ensayos de buena calidad, la relajación dio lugar a reducciones promedio más pequeñas en la presión arterial y los resultados pudieron incluso ser consistentes con un aumento promedio en la presión arterial. Incluso cuando todos los ensayos se unieron, el grupo combinado de todos los pacientes en todos los ensayos no fue suficientemente grande y los ensayos no duraron lo suficiente para poder determinar si la relajación podía reducir el riesgo de muerte, ataque cardíaco o accidente cerebrovascular. Pocos pacientes informaron eventos secundarios de la relajación y, como promedio, los pacientes tuvieron la misma probabilidad de informar sobre los efectos secundarios del tratamiento de comparación.
Se enseñaron diversos tipos de relajación en los diferentes ensayos. Fue difícil discernir sus efectos, especialmente porque muchos ensayos utilizaron una combinación de métodos. En general, no se encontró evidencia de que el entrenamiento autógeno fuera efectivo. La relajación muscular progresiva, la terapia cognitiva/conductual y la biorretroalimentación parecieron ser más propensas a reducir la presión arterial. Sin embargo, cierta reducción de la presión arterial se debió ciertamente a aspectos del tratamiento que no estaban relacionados con la relajación, como el contacto frecuente con profesionales que trataban de ayudar.
Debido a la calidad deficiente de los ensayos incluidos y la variación no explicada entre los ensayos, la evidencia a favor de la asociación causal entre la relajación y la reducción de la presión arterial es débil. Algunos de los beneficios aparentes de la relajación se debieron probablemente a aspectos del tratamiento no relacionados con la relajación.
A menudo se recomiendan las intervenciones relacionadas con el estilo de vida como el tratamiento inicial para la hipertensión leve, pero la eficacia de las terapias de relajación es incierta.
Evaluar los efectos de las terapias de relajación sobre los resultados cardiovasculares y la presión arterial en pacientes con hipertensión arterial.
Se hicieron búsquedas en la Cochrane Library, MEDLINE, EMBASE, Science Citation Index, ISI Proceedings, ClinicalTrials.gov, Current Controlled Trials y en listas de referencias de revisiones sistemáticas, metanálisis y ensayos controlados aleatorizados (ECA) incluidos en la revisión.
Criterios de inclusión: ECA de diseño paralelo que compararan terapias de relajación con ningún tratamiento activo o tratamiento simulado; seguimiento ≥8 semanas; participantes mayores de 18 años, con presión arterial sistólica (PAS) elevada ≥140 mmHg o presión arterial diastólica (PAD) ≥85 mmHg); PAS y PAD informadas al final del seguimiento. Criterios de exclusión: las participantes estaban embarazadas; las participantes recibieron medicación antihipertensiva que cambió durante el ensayo.
Dos autores de la revisión extrajeron los datos de forma independiente y evaluaron la calidad de los ensayos. Los desacuerdos se resolvieron mediante discusión o con un tercer autor de la revisión. Se realizaron metanálisis con un modelo de efectos aleatorios, así como análisis de sensibilidad.
Veintinueve ECA, con un seguimiento de ocho semanas a cinco años, cumplieron con los criterios de inclusión; cuatro fueron excluidos del metanálisis primario debido a datos de resultado inadecuados. Los 25 ensayos restantes evaluaron a 1198 participantes, pero sólo se confirmó una asignación al azar adecuada en siete ensayos, y el cegamiento de la asignación en uno. Sólo un ensayo informó muertes, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares (uno de cada). El metanálisis indicó que la relajación produjo reducciones pequeñas y estadísticamente significativas de la PAS (diferencia de medias: -5,5 mmHg; IC del 95%: -8,2 a -2,8; I2 = 72%) y la PAD (diferencia de medias: -3,5 mmHg; IC del 95%: -5,3 a -1,6; I2 = 75%) en comparación con el control. La heterogeneidad significativa entre los ensayos no se explicó por la duración del seguimiento, el tipo de control, el tipo de terapia de relajación o los valores iniciales de presión arterial.
Los nueve ensayos que informaron cegamiento de los evaluadores de resultados encontraron una reducción neta no significativa de la presión arterial (diferencia de medias de la PAS: -3,2 mmHg; IC del 95%: -7,7 a 1,4; I2 = 69%) asociada con la relajación. Los 15 ensayos que compararon la relajación con el tratamiento simulado también encontraron una reducción no significativa de la presión arterial (diferencia de medias de la PAS: -3,5 mmHg; IC del 95%: -7,1 a 0,2; I2 = 63%).
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