El hígado es la central energética del organismo y lo nutren dos fuentes de suministro de sangre, la sangre oxigenada (a través de la arteria hepática) y la sangre parcialmente oxigenada que transporta los carbohidratos y proteínas digeridas directamente de los intestinos al hígado. En un individuo sano, la vena porta contribuye con más de tres cuartos del suministro de sangre al hígado (a través de la vena porta). Luego una vena grande, denominada vena cava inferior, drena la sangre desoxigenada del hígado al corazón. Cuando se extrae el hígado del donante, los vasos sanguíneos se lavan con solución de almacenamiento para prevenir la trombosis de los vasos y preservar el órgano. Durante la extracción del hígado del donante cadavérico, el órgano es extirpado junto con vasos sanguíneos de una longitud adecuada. Estos vasos sanguíneos luego son conectados a los vasos sanguíneos del receptor para restablecer el flujo sanguíneo. La vena cava inferior y las venas portas se conectan antes de conectar la arteria hepática. Luego el flujo sanguíneo en general se restablece a través de la vena porta y la anastomosis arterial se realiza después de reinstaurar la circulación al hígado a través de la vena porta. Este restablecimiento de la circulación al hígado se llama reperfusión. Antes de restablecer el flujo sanguíneo, se lava la solución de almacenamiento del hígado del donante para que no ingresen grandes cantidades de líquido de almacenamiento utilizado en la circulación sanguínea del receptor, lo cual puede causar problemas en el funcionamiento del corazón. Este procedimiento se realiza generalmente mediante el uso de una segunda solución, como una solución proteica, a través de la vena porta. Algunos cirujanos que realizan trasplantes han sugerido que al lavar la solución de almacenamiento a través de la arteria hepática o al dejar salir sangre (además del líquido de almacenamiento) se pueden mejorar los resultados después del trasplante. Otros han sugerido que el restablecimiento de la circulación a través de la arteria hepática, ya sea de forma inicial o simultánea a la reperfusión de la vena porta, puede mejorar los resultados. No obstante, otros han sugerido que el restablecimiento de la circulación mediante el flujo inverso (reperfusión retrógrada) a través de la vena cava inferior puede mejorar los resultados. No se conoce la técnica óptima de lavado y reperfusión. Se realizó una revisión detallada de la bibliografía médica (hasta marzo de 2011) para determinar los efectos beneficiosos y perjudiciales de las diferentes técnicas de lavado y reperfusión en pacientes a los que se les realiza un trasplante hepático. Se buscaron pruebas de ensayos clínicos aleatorios solamente. Cuando se realizan de forma adecuada, dichos ensayos aportan las mejores pruebas. Dos autores, de forma independiente, identificaron los ensayos y obtuvieron la información de los mismos.
Se incluyeron en esta revisión seis ensayos con 418 pacientes. El número de pacientes incluidos en los ensayos varió desde 30 hasta 131. La mayoría de los ensayos tuvieron un alto riesgo de errores sistemáticos (es decir, existió la posibilidad de establecer conclusiones erróneas debido a la manera en la que se realizó el ensayo) y errores aleatorios (existió la posibilidad de establecer conclusiones erróneas debido al azar). Las comparaciones realizadas incluyeron el lavado inicial de la arteria hepática versus lavado inicial de la vena porta; evacuación de sangre a través de la vena cava inferior además de la evacuación del líquido de almacenamiento versus ninguna evacuación de sangre; reperfusión inicial de la arteria hepática versus reperfusión inicial de la vena porta; reperfusión simultánea de la arteria hepática y la vena porta versus reperfusión inicial de la vena porta; y reperfusión retrógrada de la vena cava inferior versus reperfusión simultánea de la arteria hepática y la vena porta. No se encontraron diferencias significativas en el riesgo de muerte ni en la pérdida del injerto, ni en las tasas de complicaciones importantes entre los grupos comparados en ninguna de las comparaciones. En ninguno de los ensayos se informó la calidad de vida. No hubo diferencias significativas en ninguna de las comparaciones en cuanto a los requerimientos de transfusión, la estancia en la unidad de terapia intensiva o la estancia hospitalaria entre los grupos comparados. No es posible recomendar o refutar ninguna técnica de lavado y reperfusión en los pacientes sometidos al trasplante hepático. Se necesitan ensayos adicionales bien diseñados con bajo riesgo de errores sistemáticos y bajo riesgo de errores aleatorios.
Actualmente no hay pruebas para apoyar o refutar el uso de cualquier técnica específica de lavado o reperfusión durante el trasplante hepático. Debido a la escasez de datos, la ausencia de pruebas no debe confundirse con pruebas de ausencia de alguna diferencia. Se necesitan ensayos adicionales bien diseñados con bajo riesgo de errores sistemáticos y bajo riesgo de errores aleatorios.
Se han recomendado diversas técnicas de lavado y reperfusión para mejorar los resultados después del trasplante hepático. Existe una considerable incertidumbre acerca de qué método es superior.
Comparar los efectos beneficiosos y perjudiciales de diferentes métodos de lavado y reperfusión durante la implantación hepática en los receptores del trasplante.
Ser hicieron búsquedas en el Registro Cochrane Central de Ensayos Controlados (Cochrane Central Register of Controlled Trials) (CENTRAL) en The Cochrane Library, MEDLINE, EMBASE, y en Science Citation Index Expanded hasta marzo 2011.
Se incluyeron todos los ensayos clínicos aleatorios realizados para comparar diferentes técnicas de lavado y reperfusión durante el trasplante hepático.
Dos autores, de forma independiente, identificaron los ensayos y extrajeron los datos. Se analizaron los datos tanto con el modelo de efectos fijos como con el modelo de efectos aleatorios usando el análisis en RevMan. Para cada resultado, se calculó el cociente de riesgos instantáneos (CRI), el cociente de riesgos (CR), el cociente de tasas, la diferencia de medias (DM) o la diferencia de medias estandarizada (DME) con intervalos de confianza (IC) del 95%, según el análisis de casos disponibles.
Se incluyeron en esta revisión seis ensayos con 418 pacientes. El tamaño de muestra en los ensayos varió de 30 a 131 pacientes. Sólo un ensayo que incluyó a 131 pacientes tuvo un riesgo bajo de sesgo para la mortalidad. Este ensayo tuvo un riesgo alto de sesgo para otros resultados. Cuatro ensayos excluyeron a los pacientes sometidos al trasplante hepático por insuficiencia hepática aguda. Todos los ensayos incluyeron hígados obtenidos de donantes cadavéricos. Los cinco ensayos restantes presentaron un riesgo alto de sesgo para todos los resultados. El trasplante hepático fue realizado mediante el método convencional (reemplazo de la vena cava) en dos ensayos y mediante el método "piggy-back" (preservación de la vena cava) en un ensayo. En los tres ensayos restantes no se informó el método de trasplante hepático. Las comparaciones realizadas incluyeron un lavado inicial de la arteria hepática versus lavado inicial de la vena porta; evacuación de sangre a través de la vena cava inferior además de la evacuación del líquido de almacenamiento versus ninguna evacuación de sangre; reperfusión inicial de la arteria hepática versus reperfusión inicial de la vena porta; reperfusión simultánea de la arteria hepática y la vena porta versus reperfusión inicial de la vena porta; y reperfusión retrógrada de la vena cava inferior versus reperfusión simultánea de la arteria hepática y la vena porta. Sólo pudo incluirse uno o dos ensayos en cada comparación. No hubo diferencias significativas en la mortalidad, la supervivencia del injerto ni las tasas de morbilidad grave en ninguna de las comparaciones. En ninguno de los ensayos se informó la calidad de vida.