Es probable que todos conozcamos los primeros auxilios físicos, pero también existen los llamados primeros auxilios en salud mental y una revisión Cochrane, publicada en agosto de 2023, recopiló la evidencia sobre sus efectos.

Este podcast ha sido traducido y locutado por Andrea Cervera del Centro Cochrane Iberoamericano.

La formación en primeros auxilios en salud mental aparece en Australia en el año 2000. Se trata de un breve programa de formación que pretende mejorar los conocimientos de salud mental y formar en estrategias de primeros auxilios en salud mental, para que las personas puedan proporcionar ayuda inmediata a otras que estén afligidas e indicarles los servicios a lo que pueden acudir.
Es muy popular y se calcula que existen más de seis millones de personas en todo el mundo que se han formado y se promociona como un programa basado en la evidencia. Se quiso por ello examinar esta evidencia para averiguar si mejora la salud mental en las organizaciones que han adoptado la formación y si podría estar asociada a algún efecto adverso.
Hubo 21 estudios con más de 22 500 personas relevantes para el amplio conjunto de preguntas de la revisión. Sin embargo, por desgracia, solo cinco estudios midieron realmente si la formación en primeros auxilios en salud mental mejoró la salud mental en las organizaciones en las que se había aplicado. También resulta frustrante averiguar que hubo varios problemas en cómo se llevó a cabo la investigación, lo que significa que la evidencia estuvo sujeta a sesgo y hubo muy pocas personas en los estudios para poder sacar conclusiones definitivas.
La mayoría de los estudios midieron desenlaces como si la formación mejoró el conocimiento sobre problemas mentales y si redujo el estigma que rodea a problemas como la depresión o la esquizofrenia. Se examinó el efecto de la formación en estos desenlaces, pero no parecen ser tan importantes para quienes deben tomar decisiones como el efecto real de la formación sobre la salud mental en organizaciones en las que se implanta.
En muchos estudios hubo una cantidad considerable de “abandonos”, en los que los participantes del estudio dejaban de participar antes de que este acabara. Esto implica que los investigadores del ensayo no podían establecer los desenlaces. En cuanto al tamaño, la baja participación en los estudios implica que no hubo suficientes datos para averiguar el efecto preciso de la intervención.
Por eso, aunque los resultados globales son que los primeros auxilios en salud mental podrían asociarse con una ligera mejoría, también existe la posibilidad de que no supongan una diferencia en la salud mental de los miembros de la organización que implanta esta formación. Se tiene, pues, muy poca confianza en los resultados y no es posible concluir que la intervención funcione ni lo contrario. También se observó que no se recopilaron sistemáticamente datos sobre efectos adversos.
En ese aspecto, aunque se les llame primeros auxilios en salud mental, como si fueran equivalentes a los primeros auxilios físicos convencionales, la realidad es que son algo diferentes. Un torniquete o una RCP funcionan por fisiología básica y la eficacia está muy demostrada. Pero los problemas de salud mental son mucho más complejos. Da pie a más espacio para intervenciones ineficaces y poco útiles. Por ejemplo, se sabe que algunas intervenciones en salud mental pueden tener consecuencias negativas inesperadas, como un interrogatorio psicológico tras un episodio traumático.
Con los primeros auxilios en salud mental, las personas que han sido formadas para ello podrían sentirse estresadas si se sienten obligadas a proporcionar apoyo a personas con posibles problemas graves de salud mental, como la conducta suicida. También podrían darse situaciones en las que implementar una formación en primeros auxilios en salud mental permita que las instituciones eviten abordar realmente aspectos de cultura laboral tóxica o prácticas laborales que causan malestar psicológico. Finalmente, los primeros auxilios en salud mental podrían animar a las personas a medicalizar la aflicción ordinaria y aumentar la demanda de atención a la salud mental que no puede proporcionarse por falta de recursos.
Resulta chocante que una intervención tan popular no esté más fundamentada en evidencia de que realmente mejora la salud mental. Existe una evidente falta de pruebas para demostrar los beneficios de la formación para la salud mental de las comunidades a las que pertenecen las personas formadas, lo cual debería ser un desenlace importante para cualquier intervención de salud pública.
También existe cierta preocupación sobre la falta de pruebas sobre las consecuencias involuntarias. La formación en primeros auxilios en salud mental podría parecer una buena idea en teoría, pero esto no significa que lo sea en la práctica con una evaluación rigurosa. Existe un gran libro que explora estos conceptos en detalle llamado Los tratamientos, a prueba que está disponible gratis en internet.
Las organizaciones que estén planteándose esta formación, deberían decidir qué hacer en base a su objetivo y la evidencia. Además del coste económico de la formación, también hay un coste de oportunidad, en el sentido de que podría estar impidiendo otra acción. Y las organizaciones deben considerar qué pasos pueden dar para mejorar la salud mental de sus miembros.
Para los investigadores en este campo, la futura investigación debería medir e informar sobre cualquier evento asociado con los primeros auxilios en salud mental para intentar medir objetivamente los desenlaces relevantes a las personas de la comunidad, como el uso de servicios de salud mental. Los estudios deben también incluir a suficientes participantes para poder demostrar los efectos de la intervención de forma práctica.

Para más información, esta revisión se puede consultar en la Biblioteca Cochrane buscando “primeros auxilios en salud mental”.