El dolor de ingle relacionado con el ejercicio es frecuente en los deportes especialmente los que incluyen trote, patadas y cambios de direcciones, como el fútbol y el hockey. Los deportistas pueden tener un retraso de varios meses antes de poder reanudar la actividad deportiva, y la misma puede no estar al nivel anterior. En general, los médicos tratantes se enfrentan con la coexistencia de dos trastornos o más, como tensión en los músculos, tendones y ligamentos y una reacción de estrés óseo. Las intervenciones conservadoras en general son la primera opción de tratamiento e incluyen un período inicial de descanso; fortalecimiento de los músculos que estabilizan la pelvis y las articulaciones de la cadera; estiramiento de los músculos de la cadera; electroterapia (p.ej., estimulación eléctrica transcutánea [ENET], tratamiento con láser y ultrasonido); tratamiento manual; fármacos antiinflamatorios no esteroides; inyecciones con esteroides o proloterapia (inyección de estimulantes de la producción de factor de crecimiento para inducir el crecimiento y reparar el tejido normal).
En esta revisión, se incluyeron dos estudios controlados aleatorios con un total de 122 deportistas que presentaban dolor en la ingle relacionado con el ejercicio. Los participantes tenían edades comprendidas entre 18 y 50 años y todos menos uno eran hombres. Habían tenido dolor en la ingle durante al menos dos meses. Un ensayo demostró resultados positivos en los deportistas que recibieron tratamiento con ejercicio (fortalecimiento de los músculos de la cadera y abdominales y entrenamiento de la coordinación muscular) en comparación con fisioterapia “convencional” con modalidades pasivas (ejercicios de estiramiento, electroterapia y masaje de fricción transversal) 16 semanas después del final del tratamiento, para el “tratamiento exitoso” (basado principalmente en las medidas del dolor) y para la tasa de retorno a la actividad deportiva al mismo nivel sin dolor en la ingle. El segundo estudio comparó el tratamiento multimodal (calor, tratamiento manual y estiramiento) con el tratamiento con ejercicio y no encontró ninguna diferencia significativa entre los grupos para el “tratamiento exitoso” y el retorno a la actividad deportiva, aunque mostró un retorno anterior a la actividad deportiva para los pacientes que lograron este resultado luego del tratamiento multimodal.
Las pruebas disponibles están exclusivamente relacionadas con los deportistas y son limitadas debido al número escaso de estudios y al número escaso de participantes para cada resultado. Se necesitan más ensayos controlados aleatorios para ratificar estos resultados.
Las pruebas disponibles de los ensayos aleatorios no son suficientes para aconsejar sobre ninguna modalidad conservadora específica para el tratamiento del dolor de ingle relacionado con el ejercicio. Aunque aún son de baja calidad, las mejores pruebas provienen de un ensayo que halló que el tratamiento con ejercicio (fortalecimiento de los músculos de la cadera y abdominales) en deportistas mejora los resultados a corto plazo (basado principalmente en las medidas del dolor) y el retorno al deporte en comparación con fisioterapia con modalidades pasivas. Debido a la baja calidad de las pruebas disponibles de ambos ensayos incluidos, se necesitan ensayos aleatorios adicionales para reforzar los hallazgos.
Las lesiones óseas, ligamentosas y musculotendinosas de la ingle son frecuentes en los deportistas y pueden dar lugar a una demora de varios meses en el retorno a las actividades deportivas. Incluso luego, la actividad deportiva puede no estar al nivel anterior. El tratamiento del dolor de ingle relacionado con el ejercicio es principalmente conservador (no quirúrgico), mediante la administración de intervenciones como ejercicios, electroterapia, tratamiento manual e inyecciones de esteroides.
Evaluar los efectos (beneficiosos y perjudiciales) de las intervenciones conservadoras para el tratamiento del dolor de ingle óseo, ligamentoso y musculotendinoso relacionado con el ejercicio.
Se hicieron búsquedas Registro especializado del Grupo Cochrane de Lesiones óseas, articulares y musculares (Cochrane Bone, Joint and Muscle Trauma Group) (diciembre 2011); Registro Cochrane Central de Ensayos Controlados (Cochrane Central Register of Controlled Trials) (CENTRAL) (The Cochrane Library 2011, número 4); MEDLINE (1948 hasta noviembre, semana 3, 2011); EMBASE (1980 hasta semana 49, 2011); CINAHL (1982 hasta diciembre 2011); LILACS (1982 hasta diciembre 2011); PEDro (1929 hasta diciembre 2011), SPORTDiscus (1985 hasta diciembre 2011), OTseeker (hasta diciembre 2011), en listas de referencias de artículos y actas de congresos (2000 a 2011).
Se incluyeron ensayos controlados aleatorios y ensayos controlados cuasialeatorios que evaluaban las intervenciones conservadoras para el tratamiento del dolor de ingle óseo, ligamentoso y musculotendinoso relacionado con el ejercicio. Se excluyeron los estudios que comparaban tratamientos conservadores con tratamientos quirúrgicos.
Dos autores de la revisión, de forma independiente, extrajeron los datos y evaluaron el riesgo de sesgo. No hubo agrupamiento de los datos.
En esta revisión, se incluyeron dos estudios con un total de 122 participantes que habían presentado dolor en la ingle relacionado con el aductor durante al menos dos meses. Todos menos uno de los participantes eran atletas de sexo masculino de entre 18 y 50 años de edad. Ambos estudios se evaluaron como en “riesgo alto de sesgo” al menos para un dominio de fuente de sesgo. El resultado “tratamiento exitoso” informado en ambos estudios se basó principalmente en medidas del dolor.
Un estudio, basado en un análisis de intención de tratar, encontró una diferencia significativa a favor del tratamiento con ejercicio (fortalecimiento con énfasis en el aductor y los músculos abdominales y entrenamiento de la coordinación muscular) en comparación con fisioterapia “convencional” (ejercicios de estiramiento, electroterapia y masaje de fricción transversal) en el tratamiento exitoso a las 16 semanas de seguimiento (25/34 [74%] versus 10/34 [29%]; cociente de riesgos [CR] 2,50; IC del 95%: 1,43 a 4,37; p = 0,001). De igual manera, de los pacientes en los que se realizó el seguimiento, significativamente más deportistas que recibieron tratamiento con ejercicio retornaron a la actividad deportiva al mismo nivel (23/29 [79%] versus 4/30 [13%]; CR 5,95; IC del 95%: 2,34 a 15,09; p = 0,0002). Aunque aún favorecen al grupo de ejercicio, las diferencias entre los dos grupos en la evaluación global subjetiva del paciente a las 16 semanas y el tratamiento exitoso a los ocho a 12 años de seguimiento no fueron estadísticamente significativos.
El segundo estudio (54 participantes) no encontró diferencias significativas a las 16 semanas de seguimiento entre un tratamiento multimodal (calor, tratamiento manual y estiramiento) y el tratamiento con ejercicio (la misma intervención que el estudio anterior) para los resultados del tratamiento exitoso (14/26 [54%] versus 12/22 [55%]; CR 0,99; IC del 95%: 0,59 a 1,66; p = 0,96) y el retorno a la participación total en actividades deportivas (13/26 [50%] versus 12/22 [55%]; CR 0,92; IC del 95%: 0,53 a 1,58; p = 0,75). Los pacientes que regresaron a la participación total en las actividades deportivas regresaron en promedio 4,5 semanas antes después de recibir tratamiento multimodal (diferencia de medias -4,50 semanas, IC del 95%: -8,60 a -0,40; p = 0,03) que los del grupo de tratamiento con ejercicio. Este estudio informó que no se encontraron complicaciones ni efectos secundarios en ninguno de los grupos de intervención.
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