Las embarazadas con presión arterial muy alta (hipertensión) pueden reducir su presión arterial con fármacos antihipertensivos, pero se desconoce cuál es el fármaco antihipertensivo más efectivo durante el embarazo. El objetivo del tratamiento antihipertensivo es reducir la presión sanguínea de forma rápida pero segura tanto para la madre como para el feto, y evitar las disminuciones bruscas de la presión sanguínea que pueden causar mareos o sufrimiento fetal.
Durante el embarazo, la presión sanguínea de la mujer cae en las primeras semanas, luego vuelve a subir lentamente a partir de la mitad del embarazo y, al término, alcanza los niveles previos al embarazo. Las embarazadas con presión arterial muy alta (sistólica de más de 160 mmHg, diastólica de 110 mmHg o más) tienen riesgo de desarrollar preeclampsia con insuficiencia renal asociada y parto prematuro, o de sufrir un accidente cerebrovascular. La revisión de 35 ensayos controlados aleatorizados con 3573 mujeres (en las etapas intermedias y finales del embarazo, donde se indicó) encontró que, si bien los fármacos antihipertensivos son efectivos para reducir la presión arterial, no hay evidencia suficiente para mostrar qué fármaco es el más efectivo. En estos 35 ensayos se incluyeron 15 comparaciones diferentes de tratamientos antihipertensivos, lo que significa que en algunas comparaciones hubo un único ensayo. Solo un ensayo tuvo un gran número de participantes. Este ensayo comparó el nimodipino con el sulfato de magnesio y demostró que la hipertensión arterial persistió en el 47% y el 65% de las mujeres, respectivamente. Los bloqueadores de los canales de calcio se asociaron con una hipertensión menos persistente que con la hidralazina y posiblemente con menos efectos secundarios, en comparación con el labetalol. Hay alguna evidencia de que el diazóxido puede hacer que la presión arterial de una mujer disminuya demasiado rápido, y que la ketanserina puede no ser tan efectiva como la hidralazina. Es necesario continuar los estudios de investigación sobre los efectos de los fármacos antihipertensivos durante el embarazo.
Hasta que se disponga de mejor evidencia, la elección del antihipertensivo debe depender de la experiencia y la familiaridad del médico con un determinado fármaco; de lo que se conozca sobre los efectos adversos; y de las preferencias de las mujeres. Las excepciones son la nimodipina, el sulfato de magnesio (aunque está indicado para las mujeres que requieren un anticonvulsivo para la prevención o el tratamiento de la eclampsia), el diazóxido y la ketanserina, que probablemente es mejor evitar.
La presión arterial muy elevada durante el embarazo representa una seria amenaza para la madre y el feto. El objetivo del tratamiento antihipertensivo es disminuir la presión sanguínea rápidamente, pero con seguridad, para evitar complicaciones. Los fármacos antihipertensivos reducen la presión arterial, pero su efectividad y seguridad comparativas, así como su repercusión sobre otros resultados importantes, no están claras.
Comparar diferentes fármacos antihipertensivos para la presión arterial muy alta durante el embarazo.
Se hicieron búsquedas en el registro de ensayos del Grupo Cochrane de Embarazo y Parto (Cochrane Pregnancy and Childbirth Group) (9 de enero 2013).
Cuatro estudios fueron ensayos aleatorizados. Las participantes fueron mujeres con hipertensión grave durante el embarazo. Las intervenciones fueron comparaciones de un fármaco antihipertensivo con otro.
Dos autores de la revisión de forma independiente evaluaron la inclusión y la calidad de los ensayos. Dos autores de la revisión extrajeron los datos y verificaron su exactitud.
Se incluyeron 35 ensayos (3573 mujeres), con 15 comparaciones. Las mujeres asignadas a los bloqueadores de los canales de calcio tuvieron menos probabilidades de tener hipertensión persistente en comparación con las asignadas a la hidralazina (seis ensayos, 313 mujeres; 8% versus 22%; riesgo relativo [RR] 0,37, intervalo de confianza [IC] del 95%: 0,21 a 0,66). La ketanserina se asoció con una hipertensión más persistente que la hidralazina (tres ensayos, 180 mujeres; 27% versus 6%; RR 4,79, IC del 95%: 1,95 a 11,73), pero menos efectos secundarios (tres ensayos, 120 mujeres; RR 0,32, IC del 95%: 0,19 a 0,53) y un menor riesgo de síndrome HELLP (hemólisis, elevación de las enzimas hepáticas y disminución de las plaquetas) (un ensayo, 44 mujeres; RR 0,20, IC del 95%: 0,05 a 0,81).
El labetalol se asoció con un menor riesgo de hipotensión en comparación con el diazóxido (un ensayo, 90 mujeres; RR 0,06, IC del 95%: 0,00 a 0,99) y un menor riesgo de cesárea (RR 0,43, IC del 95%: 0,18 a 1,02), aunque en ambos hallazgos la significación estadística fue marginal.
La nimodipina y el sulfato de magnesio se asociaron con una alta incidencia de hipertensión arterial persistente, pero este riesgo fue menor para la nimodipina en comparación con el sulfato de magnesio (un ensayo, 1650 mujeres; 47% versus 65%; RR 0,84, IC del 95%: 0,76 a 0,93). El nimodipino se asoció con un menor riesgo de dificultades respiratorias (RR 0,28; IC del 95%: 0,08 a 0,99), menos efectos secundarios (RR 0,68; IC del 95%: 0,55 a 0,85) y menos hemorragias posparto (RR 0,41; IC del 95%: 0,18 a 0,92) que el sulfato de magnesio. No se informaron mortinatos ni muertes neonatales.
No hay datos suficientes para establecer conclusiones fiables sobre los efectos comparativos de cualquier otro fármaco.
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