Mensajes clave
- Las estrategias para animar a los adolescentes a cambiar su alimentación o sus niveles de actividad (o ambos), con el fin de prevenir el sobrepeso o la obesidad apenas influyen en su índice de masa corporal (IMC; una estimación de la cantidad de grasa corporal en función de la estatura y el peso).
- Según la poca información disponible sobre si estas estrategias produjeron episodios adversos graves no parece haber apenas efecto de las estrategias de alimentación o actividad, o ambas, en los resultados de efectos perjudiciales graves (p. ej., lesiones).
- Debido a la falta de evidencia, los futuros estudios de investigación se deberían centrar en entornos comunitarios (p. ej., en clubes juveniles) e incluir adolescentes con discapacidades.
¿Por qué es importante prevenir la obesidad en niños y jóvenes?
Cada vez más adolescentes presentan sobrepeso y obesidad en todo el mundo. El sobrepeso en la adolescencia puede causar problemas de salud y las personas pueden verse afectados psicológicamente y en su vida social. La pubertad y el paso a la edad adulta son épocas difíciles y muchas personas tienen problemas de salud mental. Es probable que los adolescentes con sobrepeso tengan sobrepeso u obesidad de adultos y continúen presentando a una salud física y mental deficientes.
¿Qué se quiso averiguar?
Se quiso saber si las estrategias para ayudar a los adolescentes a modificar su alimentación o su actividad (o ambas) fueron eficaces para prevenir la obesidad. También se quería averiguar si estas estrategias se asociaban con algún efecto perjudicial.
¿Qué se hizo?
Se realizaron búsquedas en bases de datos científicas de estudios que analizaran las formas de prevenir la obesidad en niños de 12 a 18 años. Se excluyeron los estudios dirigidos solo a adolescentes que ya tenían sobrepeso u obesidad. Sin embargo, se incluyeron estudios en los que la muestra fuera un grupo completo (p. ej., una escuela), lo cual podría haber incluido a personas con sobrepeso u obesidad. Solo se incluyeron aquellos estudios cuyos métodos empleados pretendían modificar la alimentación de los niños, su nivel de actividad (es decir, aumentar la actividad física o reducir el tiempo de inactividad) o ambos. Se analizaron estudios que asignaran al azar a los niños a grupos que recibieran distintas estrategias (que podrían incluir no cambiar nada). Se evaluó el rigor de los estudios para tener una idea del grado de fiabilidad de sus resultados. También se agruparon para analizarlos en función de si pretendían mejorar la alimentación, la actividad o ambas.
¿Qué se encontró?
Se encontraron 74 estudios en los que participaron 83 407 niños y jóvenes. Sesenta estudios se realizaron en países de ingresos altos (p. ej., Estados Unidos y países de Europa). En 57 estudios, las estrategias se probaron en centros escolares, aunque 12 se basaron en el domicilio u otros lugares como entornos comunitarios (cinco estudios), como grupos de jóvenes. El tiempo de aplicación de 51 estrategias fue menos de nueve meses; la intervención más breve se llevó a cabo en el transcurso de una consulta y la más larga durante 28 meses. En 62 estudios se declaró una financiación no comercial; cinco estudios fueron financiados en parte por la industria (proveedores de alimentos, un fabricante de PlayStation, un proveedor de equipos de gimnasia, un fabricante de dispositivos sanitarios y un centro sanitario privado).
Los análisis de esta revisión incluyeron los resultados de 54 estudios con 46 358 adolescentes (20 estudios no informaron sus resultados de manera que se pudieran incluir en los análisis). Se observó que los adolescentes a los que se ayudó con una estrategia para modificar su alimentación o sus niveles de actividad (o ambos) no redujeron su IMC, o la reducción fue escasa, en comparación con los adolescentes que no recibieron una estrategia.
Solo unos pocos estudios informaron sobre posibles efectos perjudiciales de las intervenciones, y no se identificaron efectos perjudiciales graves.
¿Cuáles son las limitaciones de la evidencia?
En general, se tiene una confianza limitada en los efectos beneficiosos de estas intervenciones para prevenir la obesidad en niños y adolescentes. Es difícil confiar en que financiar más estudios, al menos más estudios en escuelas, garantice un nivel de confianza mucho mayor en los resultados. Cuatro factores principales redujeron la confianza en la evidencia.
1. Los resultados fueron muy contradictorios entre los diferentes estudios.
2. Muchos de los estudios tuvieron limitaciones en su realización (p. ej., en algunos estudios, los métodos utilizados para distribuir al azar a las personas en los grupos no fueron adecuados o los resultados de algunos de los estudios no se analizaron correctamente).
3. No hubo suficientes estudios que informaran sobre determinados tipos de desenlaces, como el IMC (una estimación de la cantidad de grasa corporal en función de la estatura y el peso) o la zIMC (comparación del IMC de un niño con otros niños de la misma edad y sexo) para una duración concreta del seguimiento, como para estar seguros de los resultados de algunas comparaciones. Además, algunos ámbitos (como los comunitarios) estaban infrarrepresentados.
4. Los resultados de algunos estudios no se presentaron de forma que pudiesen ser incluidos en los análisis de la revisión (p. ej., sin detalles de las diferencias en el cambio entre los grupos de intervención y control), lo cual podría tener un efecto en los resultados de los análisis.
Esta revisión no proporciona suficiente información para poder evaluar cómo de bien funcionan las estrategias en adolescentes con discapacidad, ni si las que se aplicaron a la comunidad son eficaces.
¿Cuál es el grado de actualización de esta evidencia?
Esta revisión sustituye a la revisión anterior. La evidencia está actualizada hasta febrero de 2023.
La evidencia muestra que las intervenciones alimentarias podrían tener poco o ningún efecto sobre la obesidad en los adolescentes. Existe evidencia de certeza baja de que las intervenciones de actividad podrían tener un pequeño efecto beneficioso sobre el IMC en el seguimiento a medio y largo plazo. Las intervenciones de alimentación y actividad podrían dar lugar a una diferencia mínima o nula. Es importante destacar que esta revisión actualizada también indica que las intervenciones para prevenir la obesidad en este grupo etario podrían producir una diferencia escasa o nula en los efectos adversos graves. Las limitaciones de la evidencia incluyen resultados inconsistentes entre los estudios, falta de rigor metodológico en algunos estudios y tamaños muestrales pequeños.
Está justificado seguir investigando los efectos de las intervenciones de alimentación y de actividad para prevenir la obesidad infantil en entornos comunitarios, y en jóvenes con discapacidades, ya que es probable que muy pocos estudios en curso aborden estos temas. Los futuros ensayos aleatorizados para disipar la incertidumbre restante acerca de los efectos de la alimentación, las intervenciones de actividad, o ambas, para prevenir la obesidad infantil en las escuelas (idealmente con la zIMC como variable analizada) necesitarían tener muestras más grandes.
La prevención de la obesidad en los adolescentes es una prioridad internacional de salud pública. La prevalencia del sobrepeso y la obesidad supera el 25% en América del Norte y del Sur, Australia, la mayor parte de Europa y la región del Golfo. Las intervenciones destinadas a prevenir la obesidad implican estrategias que promueven una alimentación sana o niveles de "actividad" (actividad física, conducta sedentaria y sueño) o ambos, y actúan reduciendo la ingesta de calorías y aumentando el gasto energético, respectivamente. Existe incertidumbre con respecto a qué estrategias son más eficaces y se han publicado numerosos estudios en los últimos cinco años, desde la anterior versión de esta revisión Cochrane.
Evaluar los efectos de las intervenciones destinadas a prevenir la obesidad en adolescentes mediante la modificación de la ingesta alimentaria o los niveles de "actividad", o una combinación de ambos, sobre los cambios en el índice de masa corporal (IMC), la puntuación z del IMC y los eventos adversos graves.
Se utilizaron los métodos exhaustivos estándar de búsqueda de Cochrane. La última fecha de búsqueda fue febrero de 2023.
Ensayos controlados aleatorizados en adolescentes (media de edad igual o superior a 12 años pero inferior a 19 años), que compararan intervenciones alimentarias o de "actividad" (o ambas) para prevenir la obesidad con ninguna intervención, la atención habitual o con otra intervención elegible, en cualquier contexto. Los estudios debían medir los desenlaces como pronto a las 12 semanas desde el inicio. Se excluyeron las intervenciones diseñadas principalmente para mejorar el rendimiento deportivo.
Se utilizaron los métodos estándar de Cochrane. Los desenlaces de la revisión fueron el IMC, la puntuación z del IMC (zIMC) y los eventos adversos graves, evaluados a corto (12 semanas hasta < 9 meses desde el inicio), medio (9 meses a < 15meses) y largo (≥ 15 meses) plazo. Se utilizó el sistema GRADE para evaluar la certeza de la evidencia de cada desenlace.
Esta revisión incluye 74 estudios (83 407 participantes), de los cuales 54 estudios (46 358 participantes) se incluyeron en los metanálisis. Sesenta estudios se realizaron en países de ingresos altos. El ámbito principal de la intervención fue la escuela (57 estudios), seguida del domicilio (nueve estudios), la comunidad (cinco estudios) y un ámbito de atención primaria (tres estudios). El tiempo de aplicación de 51 intervenciones fue menos de nueve meses, la más breve se llevó a cabo en el transcurso de una consulta y la más larga durante 28 meses. En 62 estudios se declaró una financiación no comercial; cinco estudios fueron financiados parcialmente por la industria.
Intervenciones alimentarias versus control
La evidencia es muy incierta con respecto a los efectos de las intervenciones alimentarias sobre el índice de masa corporal (IMC) en el seguimiento a corto plazo (diferencia de medias [DM] -0,18; intervalo de confianza [IC] del 95%: -0,41 a 0,06; tres estudios, 605 participantes), en el seguimiento a medio plazo (DM -0,65; IC del 95%: -1,18 a 0,11; tres estudios, 900 participantes) y en el IMC estandarizado (zIMC) en el seguimiento a largo plazo (DM -0,14; IC del 95%: -0,38 a 0,10; dos estudios, 1089 participantes), todos con evidencia de certeza muy baja. En comparación con el control, las intervenciones alimentarias podrían tener poco o ningún efecto sobre el IMC en el seguimiento a largo plazo (DM -0,30; IC del 95%: -1,67 a 1,07; un estudio, 44 participantes); la zIMC en el seguimiento a corto plazo (DM -0,06; IC del 95%: -0,12 a 0,01; cinco estudios, 3154 participantes); y la zIMC en el seguimiento a medio plazo (DM 0,02; IC del 95%: -0,17 a 0,21; un estudio, 112 participantes); toda la evidencia de certeza baja.
Las intervenciones alimentarias podrían tener poco o ningún efecto sobre los eventos adversos graves (dos estudios, 377 participantes; evidencia de certeza baja).
Intervenciones de actividad versus control
En comparación con el control, las intervenciones de actividad no reducen el IMC en el seguimiento a corto plazo (DM -0,64; IC del 95%: -1,86 a 0,58; seis estudios, 1780 participantes; evidencia de certeza baja) y probablemente no reducen la zIMC en el seguimiento a medio plazo (DM 0; IC del 95%: -0,04 a 0,05; seis estudios, 5335 participantes) ni a largo plazo (DM -0,05; IC del 95%:-0,12 a 0,02; un estudio, 985 participantes), ambos con evidencia de certeza moderada. Las intervenciones de actividad no reducen la zIMC en el seguimiento a corto plazo (DM 0,02; IC del 95%: -0,01 a 0,05; siete estudios, 4718 participantes; evidencia de certeza alta), pero podrían reducir ligeramente el IMC en el seguimiento a medio plazo (DM -0,32; IC del 95%: -0,53 a -0,11; tres estudios, 2143 participantes) y a largo plazo (DM -0,28; IC del 95%:-0,51 a 0,05; un estudio, 985 participantes), ambos con evidencia de certeza baja.
Siete estudios (5428 participantes; evidencia de certeza baja) proporcionaron datos sobre eventos adversos graves: dos informaron de lesiones relacionadas con el componente de ejercicio de la intervención y cinco informaron de que la intervención no tuvo efectos sobre los eventos adversos graves.
Intervenciones alimentarias y de actividad versus control
En comparación con el control, las intervenciones alimentarias y de actividad no reducen el IMC en el seguimiento a corto plazo (DM 0,03; IC del 95%: -0,07 a 0,13; 11 estudios, 3429 participantes; evidencia de certeza alta) y probablemente no reduzcan el IMC en el seguimiento a medio plazo (DM 0,01; IC del 95%: -0,09 a 0,11; ocho estudios, 5612 participantes; evidencia de certeza moderada) ni a largo plazo (DM 0,06; IC del 95%:-0,04 a 0,16; seis estudios, 8736 participantes; evidencia de certeza moderada). Podrían tener poco o ningún efecto sobre la zIMC a corto plazo, pero la evidencia es muy incierta (DM -0,09; IC del 95%: -0,2 a 0,02; tres estudios, 515 participantes; evidencia de certeza muy baja) y podrían no reducir la zIMC en el seguimiento a medio plazo (DM -0,05; IC del 95%: -0,1 a 0,01; seis estudios, 3511 participantes; evidencia de certeza baja) o a largo plazo (DM -0,02; IC del 95%: -0,05 a 0,01; siete estudios, 8430 participantes; evidencia de certeza baja).
Cuatro estudios (2394 participantes) proporcionaron datos sobre los eventos adversos graves (evidencia de certeza muy baja): uno informó de un aumento de la preocupación por el peso en unos pocos adolescentes y tres informaron de que no hubo efectos.
La traducción de las revisiones Cochrane ha sido realizada bajo la responsabilidad del Centro Cochrane Iberoamericano, gracias a la suscripción efectuada por el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España. Si detecta algún problema con la traducción, por favor, contacte con comunica@cochrane.es.