Mensajes clave
- Las estrategias para modificar los niveles de actividad, o tanto los niveles de actividad como la alimentación, de los niños para ayudar a prevenir el sobrepeso o la obesidad podrían ser eficaces para reducir ligeramente el índice de masa corporal (IMC) en niños de 5 a 11 años.
- Existe muy poca información sobre si estas estrategias produjeron eventos adversos graves (p. ej., lesiones), pero por lo que se encontró, parecen tener poco o ningún efecto.
- Este cambio en el IMC, cuando se proporciona a muchos niños de toda una población, resulta útil para aquellas familias preocupadas porque sus hijos tengan sobrepeso cuando crezcan y para aquellos gobiernos que tratan de abordar los problemas de obesidad a lo largo de la vida.
¿Por qué es importante prevenir la obesidad infantil?
Cada vez más niños presentan sobrepeso y obesidad en todo el mundo. El sobrepeso en la infancia puede causar problemas de salud y las personas pueden verse afectados psicológicamente y en su vida social. Es probable que los niños con sobrepeso tengan sobrepeso de adultos y continúen presentando a una salud física y mental deficientes. De hecho, la obesidad infantil se asocia con la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardíacas en la edad adulta y con mortalidad a mediana edad.
¿Qué se quiso averiguar?
Se quiso saber si las estrategias para ayudar a modificar la alimentación o la actividad (o ambas) son eficaces para prevenir la obesidad en niños de entre 5 y 11 años. También se quería averiguar si estas estrategias se asociaban con algún episodio adverso grave.
¿Qué se hizo?
Se realizaron búsquedas en muchas bases de datos científicas para encontrar estudios que analizaran las formas de prevenir la obesidad infantil. Se incluyeron los estudios dirigidos a niños de 5 a 11 años. No se incluyeron estudios dirigidos solo a niños que ya tenían sobrepeso u obesidad. Sin embargo, se incluyeron estudios en los que los niños con sobrepeso u obesidad estaban incluidos en los análisis. Solo se incluyeron aquellos estudios cuyos métodos empleados pretendían modificar la alimentación de los niños, su nivel de actividad (es decir, aumentar la actividad física o reducir el tiempo de inactividad) o ambos. Se analizaron estudios que asignaran al azar a personas a grupos que recibieran distintas estrategias (que podrían incluir no cambiar nada). Se evaluó el rigor de los estudios para tener una idea del grado de fiabilidad de sus resultados. También se agruparon para analizarlos en función de si pretendían mejorar la alimentación, la actividad o ambas.
¿Qué se encontró?
Se encontraron 172 estudios en los que participaron 189 707 niños. La localización de 146 estudios fueron países de ingresos altos (p. ej., Estados Unidos y países de Europa). En 111 estudios, las estrategias se aplicaron en escuelas, aunque 15 se aplicaron en la comunidad, 8 en el hogar y 7 en un contexto clínico; una intervención se aplicó a través de telesalud y 31 estudios se llevaron a cabo en más de un ámbito. El tiempo de aplicación de 86 estrategias fue menos de nueve meses; la más breve se llevó a cabo en el transcurso de una consulta y la más larga durante cuatro años. En 132 estudios se declaró financiación no comercial; 24 estudios fueron financiados parcial o totalmente por la industria (p. ej., proveedores de alimentos, compañías farmacéuticas y servicios de salud privados).
Los análisis estadísticos incluyeron 149 estudios con 160 267 niños. Se observó que los niños que recibieron ayuda con una estrategia para modificar sus niveles de actividad sola o combinada con una estrategia para modificar su alimentación podrían reducir su IMC,en comparación con los niños a los que no se les proporcionó una estrategia. Esto significa que estos niños podrían haber sido capaces de minimizar su exceso de aumento de peso ligeramente que, para la salud pública, es importante. En cambio, los niños a los que solo se les ayudó con una estrategia para modificar su alimentación no vieron reducido su IMC.
Solo unos pocos estudios informaron sobre posibles efectos perjudiciales de las estrategias, y no se identificó ningún efecto perjudicial grave.
¿Cuáles son las limitaciones de la evidencia?
La confianza en la evidencia es de moderada a muy baja. Sin embargo, es difícil confiar en que financiar más estudios, al menos más estudios en escuelas, produzca un nivel de confianza mucho mayor en los resultados.
Cuatro factores principales redujeron la confianza en la evidencia.
1. Los resultados fueron muy contradictorios entre los diferentes estudios.
2. Muchos de los estudios tuvieron limitaciones en cómo se hicieron.
3. No hubo suficientes estudios que informaran de tipos de desenlaces concretos para una duración determinada del seguimiento que permitan tener certeza en los resultados de algunas comparaciones, además, algunos ámbitos (p. ej., contexto comunitario) estuvieron infrarrepresentados.
4. Los resultados de algunos estudios no se presentaron de forma que pudiesen ser incluidos en los análisis de la revisión (p. ej., sin detalles de las diferencias entre las estrategias examinadas), lo cual podría tener un efecto en los resultados de los análisis.
Esta revisión no proporciona suficiente información para poder evaluar cómo de bien funcionan las estrategias en niños con discapacidad, ni si las que se aplicaron a la comunidad son eficaces.
¿Cuál es el grado de actualización de esta evidencia?
Esta revisión actualiza una revisión anterior. La evidencia está actualizada hasta febrero de 2023.
El conjunto de evidencia de esta revisión muestra que una serie de intervenciones escolares de "actividad", solas o combinadas con intervenciones alimentarias, podrían tener un efecto beneficioso modesto sobre la obesidad infantil a corto y medio plazo, pero no en el seguimiento a largo plazo. Las intervenciones alimentarias por sí solas podrían dar lugar a una diferencia mínima o nula. Se identificó evidencia limitada de baja calidad sobre el efecto de las intervenciones alimentarias y de actividad sobre los eventos adversos graves y las desigualdades en salud; los análisis exploratorios de estos datos no apuntan un impacto importante. Se identificó una escasez de evidencia de los ámbitos domiciliarios y comunitarios (p. ej., aplicadas a través de grupos juveniles locales), en los niños con discapacidades y en los indicadores de desigualdades en salud.
La prevención de la obesidad infantil es una prioridad internacional de salud pública, dada la prevalencia del problema (y su importante repercusión en la salud, el desarrollo y el bienestar). Las intervenciones destinadas a prevenir la obesidad implican estrategias de modificación de conducta que promueven una alimentación sana o niveles de "actividad" (actividad física, conducta sedentaria y sueño) o ambos, y actúan reduciendo la ingesta de calorías y aumentando el gasto energético, respectivamente. Existe incertidumbre con respecto a qué estrategias son más eficaces y se han publicado numerosos estudios en los últimos cinco años, desde la anterior versión de esta revisión Cochrane.
Evaluar los efectos de las intervenciones destinadas a prevenir la obesidad infantil mediante la modificación de la ingesta alimentaria o los niveles de "actividad", o una combinación de ambos, sobre los cambios en el IMC, la puntuación z del IMC y los eventos adversos graves.
Se utilizaron los métodos exhaustivos estándar de búsqueda de Cochrane. La última fecha de búsqueda fue febrero de 2023.
Ensayos controlados aleatorizados en niños (media de edad igual o superior a 5 años pero inferior a 12 años), que compararan intervenciones dietéticas o de "actividad" (o ambas) para prevenir la obesidad con ninguna intervención, la atención habitual o con otra intervención elegible, en cualquier contexto. Los estudios debían medir los desenlaces como pronto a las 12 semanas desde el inicio. Se excluyeron las intervenciones diseñadas principalmente para mejorar el rendimiento deportivo.
Se utilizaron los métodos estándar de Cochrane. Los desenlaces de la revisión fueron el índice de masa corporal (IMC), la puntuación z del IMC (zIMC) y los eventos adversos graves, evaluados a corto (12 semanas hasta < 9 meses desde el inicio), medio (9 meses a < 15meses) y largo (≥ 15 meses) plazo. Se utilizó el sistema GRADE para evaluar la certeza de la evidencia de cada desenlace.
Esta revisión incluye 172 estudios (189 707 participantes); de los cuales 149 estudios (160 267 participantes) se incluyeron en los metanálisis. La localización de 146 estudios fueron países de ingresos altos. El principal ámbito de aplicación de las intervenciones fueron escuelas (111 estudios), seguido de la comunidad (15 estudios), el domicilio (8 estudios) y un contexto clínico (7 estudios); una intervención se aplicó a través de telesalud y 31 estudios se llevaron a cabo en más de un ámbito. El tiempo de aplicación de 86 intervenciones fue menos de nueve meses, la más breve se llevó a cabo en el transcurso de una consulta y la más larga durante cuatro años. En 132 estudios se declaró financiación no comercial; 24 estudios fueron financiados parcial o totalmente por la industria.
Intervenciones alimentarias versus control
Las intervenciones alimentarias, en comparación con el control, podrían tener poco o ningún efecto sobre el IMC en el seguimiento a corto plazo (diferencia de medias [DM] 0; intervalo de confianza [IC] del 95%: -0,10 a 0,10; cinco estudios, 2107 participantes; evidencia de certeza baja) y en el seguimiento a medio plazo (DM -0,01; IC del 95%: -0,15 a 0,12; nueve estudios, 6815 participantes; evidencia de certeza baja) o en la zIMC en el seguimiento a largo plazo (DM -0,05; IC del 95%: -0,10 a 0,01; siete estudios, 5285 participantes; evidencia de certeza baja). Las intervenciones alimentarias, en comparación con el control, probablemente tengan poco o ningún efecto sobre el IMC en el seguimiento a largo plazo (DM -0,17; IC del 95%: -0,48 a 0,13; dos estudios, 945 participantes; evidencia de certeza moderada) y en la zIMC en el seguimiento a corto o medio plazo (DM -0,06; IC del 95%: -0,13 a 0,01; ocho estudios, 3695 participantes; DM -0,04; IC del 95%:-0,10 a 0,02; nueve estudios, 7048 participantes; evidencia de certeza moderada).
Cinco estudios (1913 participantes; evidencia de certeza muy baja) presentaron datos sobre los eventos adversos graves: uno informó de eventos adversos graves (p. ej., alergia, problemas de conducta y malestar abdominal) que podrían haber ocurrido como resultado de la intervención; cuatro informaron de que no hubo efectos.
Intervenciones de actividad versus control
Las intervenciones de actividad, en comparación con el control, podrían tener poco o ningún efecto sobre el IMC y la zIMC en el seguimiento a corto o largo plazo (IMC a corto plazo: DM -0,02; IC del 95%: -0,17 a -0,13; 14 estudios, 4069 participantes; zIMC a corto plazo: DM -0,02; IC del 95%: -0,07 a 0,02; seis estudios, 3580 participantes; evidencia de certeza baja; IMC a largo plazo: DM -0,07; IC del 95%: -0,24 a -0,10; ocho estudios, 8302 participantes; zIMC a largo plazo: DM -0,02; IC del 95%: 0,09 a 0,04; seis estudios, 6940 participantes; evidencia de certeza baja). Las intervenciones de actividad posiblemente supongan una ligera reducción del IMC y la zIMC en el seguimiento a medio plazo (IMC: DM -0,11; IC del 95%: -0,18 a -0,05; 16 estudios, 21 286 participantes; zIMC: DM -0,05; IC del 95%: 0,09 a 0,02; 13 estudios, 20 600 participantes, evidencia de certeza moderada).
Once estudios (21 278 participantes; evidencia de certeza baja) presentaron datos sobre los eventos adversos graves: uno informó de dos esguinces de tobillo leves y uno informó sobre la tasa de incidencia de eventos adversos (p. ej., lesiones musculoesqueléticas) que podrían haber ocurrido como resultado de la intervención; nueve estudios informaron de que no hubo efectos.
Intervenciones alimentarias y de actividad versus control
Las intervenciones alimentarias y de actividad, en comparación con el control, podrían suponer una ligera reducción del IMC y la zIMC en el seguimiento a corto plazo (IMC: DM -0,11; IC del 95%: -0,21 a -0,01; 27 estudios, 16 066 participantes; zIMC: DM -0,03; IC del 95%: -0,06 a 0,00; 26 estudios, 12 784 participantes; evidencia de certeza baja) y probablemente supongan una reducción del IMC y la zIMC en el seguimiento a medio plazo (IMC: DM -0,11; IC del 95%: -0,21 a 0,00; 21 estudios, 17 547 participantes; zIMC: DM -0,05; IC del 95%: -0,07 a -0,02; 24 estudios, 20 998 participantes, evidencia de certeza moderada). Las intervenciones alimentarias y de actividad, en comparación con el control, podrían suponer una diferencia escasa o nula en el IMC y la zIMC en el seguimiento a largo plazo (IMC: DM -0,03; IC del 95%: -0,11 a 0,16; 16 estudios, 22 098 participantes; zIMC: DM -0,02; IC del 95%: -0,06 a 0,01; 22 estudios, 23 594 participantes; evidencia de certeza baja).
Diecinueve estudios (27 882 participantes; evidencia de certeza baja) proporcionaron datos sobre los eventos adversos graves: cuatro estudios informaron de la incidencia de eventos adversos graves (p. ej., lesiones, niveles bajos de conductas alimentarias extremas); 15 estudios informaron de que no hubo efectos.
Se observó heterogeneidad en los resultados de todos los desenlaces en los tres momentos de seguimiento que no fue posible explicar según el ámbito principal de las intervenciones (escuela, domicilio, escuela y domicilio, otros), el nivel de ingresos del país (ingresos altos versus ingresos no altos), el nivel socioeconómico de los participantes (bajo versus mixto) ni la duración de la intervención. La mayoría de los estudios excluyó a niños con discapacidad mental o física.
La traducción de las revisiones Cochrane ha sido realizada bajo la responsabilidad del Centro Cochrane Iberoamericano, gracias a la suscripción efectuada por el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España. Si detecta algún problema con la traducción, por favor, contacte con comunica@cochrane.es.